Y de pronto se dispara el recuerdo…
desde el sabor al alma.
Una tarde cualquiera se me ocurrió preparar uno de mis habituales
capuchinos caseros con café granulado bien batido y leche calentita también batida
para que haga mucha espuma, ofrecí uno a mi madre…
Mientras lo preparaba vi que en la heladera quedaba un poco de crema de
leche y sin pensarlo agregué un chorrito a cada taza, arriba de la crema de
café (producto de batirlo con azúcar y agua), de eso no dije nada para que mi
madre no se quejara de las calorías extras que tendría el capuchino…
Una vez servido ella lo probó y dijo: así hacía mi madre el café con
leche ¿Cómo? ¿Con el café batido? No, así con mucha leche y bien calentito….
Le había hecho ese mismo capuchino infinidad de veces y nunca había
mencionado nada parecido entonces su comentario quedó dando vueltas en mi mente….
Luego concluí lo siguiente, mi abuela, que todo lo preparaba deliciosamente, no
usaba leche descremada, no sabría decir tampoco si existía ese producto cuando mi madre
era una niña. Así que tuvo que ser ese pequeño chorrito de crema lo que le dio cierto
cuerpo a ese capuchino y lo que detonó el recuerdo…
Así de mágicas son a veces las asociaciones, así de dulces los
recuerdos que un sabor puede devolvernos en cualquier momento, y sin previo
aviso...