miércoles, 14 de diciembre de 2011

Deliciosa Buenos Aires

La Mezzetta:

Pizzería de barrio,  de dimensiones mínimas. No tiene mesas, solamente una barra que ocupa todo el local, una cocina y una caja registradora. La decoración es también mínima, paredes revestidas con azulejos color beige, algunos detalles en madera,  algún motivo futbolístico y las fotografías de los tres dueños con la leyenda “desde 1957 con ustedes”.

Como ya he comentado mi pizzería favorita es otra (*) pero en La Mezzetta, se venden las empanadas más ricas de la ciudad. En una guía gastronómica muy conocida, viene obteniendo los laureles de lugar más votado por el público por varios años. Pero volviendo a las empanadas, son solamente de carne o de jamón y queso, nada de gustos estrafalarios como en las pizzerías “de diseño” donde todo es muy moderno y sofisticado y ofrecen empanadas de champignon al vino y otras rarezas de moda. La pizza también es deliciosa y son famosos por su fugazzetta, que tiene la particularidad de contener la cantidad de queso que le pondríamos a toda una pizza en una sola porción. Para mí fue demasiado, muy rica pero algo pesada.

El público de este pequeño lugar es variado, desde los trabajadores que pasan a comer algo rápido, hasta la gente más paqueta de colegiales, barrio en el cual se encuentra La Mezzeta. Vayan a la hora que vayan, deben tener paciencia, ya que siempre está repleto el pequeño salón con una cola de personas que esperan comer algo al paso en la barra, o llevarse a casa su pizza y empanadas. La gente que atiende desborda en simpatía y oficio, da gusto ver la rapidez con que alimentan a la pequeña multitud que se renueva cada media hora, ya que en ningún momento del día verán el lugar vacío. Tienen un frasco de propinas ya que al no haber mesas hay quienes piensan que no es necesario colaborar con los empleados, pero a mi modo de ver, es una sana costumbre dejar una propina en los lugares donde nos atienden bien y se come tan rico.

Sabrán disculpar que no tenga fotos de mis dos empanadas, que son en sí mismas un almuerzo o cena completa por su tamaño y abundante relleno. Les recomiendo que las prueben o que esperen a mi próxima vez a ver si voy con menos apetito y me tomo esos minutos para sacar las fotos.


(*) ver La mejor Pizzería de Buenos Aires

jueves, 8 de diciembre de 2011

¿Qué se está cocinando?

Mientras salen del horno un par de entregas más de la serie "Mujeres que cocinan" se viene en cualquier momento la primera entrega de "Hombres que cocinan" y por supuesto, a ellos les seguirán los niños y las niñas. Los hombres de mi familia, y otros que no son familiares pero si han formado parte de mi vida, han ocupado la cocina cada uno con su particular estilo, algo más cómico que el de las mujeres, pero con resultados también deliciosos.

Continuará....

martes, 6 de diciembre de 2011

Mujeres que cocinan- Mi Abuela

Que una mujer prepare con sus manos algo exquisito es sin dudas una virtud. Algo digno de admiración pero es también algo bastante típico. Si se trata de una mujer nacida dentro de una familia tradicional sefaradí (1) es más bien un destino. 

Mi abuela era en cierto modo, una mujer tradicional, ama de casa podríamos decir, pero nada de esto logra definirla. Su sonrisa era infinita y su comida era exquisita. Pensarán que pocas personas dirían algo distinto de su abuela. Bueno, admitiré que muchas abuelas tienen sonrisas infinitas y que cocinan exquisiteces,  pero lógicamente hablaré de mi abuela y no de cualquier otra.

Mis recuerdos infantiles, y también muchos de mi adultez, evocan a una mujer cuyas virtudes más llamativas eran dos que no suelen juntarse en el mismo ser humano: la perfección y la humildad. Nunca escuché a mi abuela hablar mal de ninguna persona, y más de una vez la vi ruborizarse cuando alguien criticaba en su presencia a gente que ella conocía. Yo me divertía a veces hablándole mal de alguien en particular, una tía mía famosa por lo mala que era cocinando y también por hablar demasiado, lamentarse constantemente y ser algo extraña. Ella solía llamar cada tanto a mi abuela, primero preguntaba por la familia, después le decía a mi abuela cuanto la admiraba y se excedía en comentarios acerca de lo eximia cocinera que era, en tercer lugar le pedía una receta; lo cual era el motivo verdadero de su llamado;  y finalmente empezaba a enumerar sus penas. Se extendía sin pudor en sus lamentaciones aprovechando que mi abuela era una santa y abusando de su bondad contándole todos sus problemas hasta que mi abuela tímidamente le comentaba que tenía algo en el horno, o que le habían tocado el timbre. Entonces yo le decía a mi abuela ¡pero no la atiendas a esa loca insoportable! Y ella se reía avergonzada como queriendo reconocer que pensaba igual aunque ella jamás se expresaría de ese modo.

La mejor forma de describir su cocina es que a los muchachos del supermercado les encantaba entrar ahí para dejar los pedidos, siempre preguntaban ¿qué está cocinando señora? Porque antes de que se abriera la puerta de su casa, se podían sentir los aromas de sus especias y preparaciones. Y por supuesto que si ella tenía un pan casero recién hecho, o cualquier otra delicia a mano, les convidaba para que prueben. Los almuerzos, cenas y cualquier tipo de evento culinario que ella organizaba, eran festines, para el paladar y para la vista, mesas dignas de los mejores restaurantes, preparadas con extremo cuidado en cada detalle. Ella elaboraba con sus pequeñas manos prácticamente todo lo que servía, desde las más refinadas delicias de la pastelería oriental, hasta los más exquisitos platos salados, las tortas más tentadoras, y por supuesto, el pan. Una tarde me enseñó a hacerlo, en su casa, y fue una de las tardes más divertidas que haya vivido en una cocina, aún puedo verla riendo como cuando  empecé a hacer rebotar la masa contra la mesa con furia fingida diciéndole, ¡pero abuela! ¡Qué bueno esto para descargar tensiones!

Mi abuela era una mujer pequeña, chiquitita y siempre sonreía, y cuando pasábamos unos días en su casa nos daba la bienvenida diciendo, “Bienvenidos a la pensión del buen trato”. En esa pensión ficticia todo era perfecto, la frase calor de hogar describe a la perfección a cualquier ambiente que ella habitara.

¿Que más les puedo contar de mi amada abuelita? Miles de cosas para ser sincera…. Pero hasta aquí llegaré en este momento.


(1) el término sefardí se ha usado frecuentemente para designar a todos aquellos judíos de origen distinto al askenazi (judíos de origen alemán, ruso o centroeuropeo). En esta clasificación se incluye a los judíos de origen árabe, de Persia, Armenia, Georgia, Yemen, e incluso India.
Fuente: wikipedia
imágenes: 
vintage www.allposters.co.uk
dibujo frugalzealot.blogspot.com

sábado, 3 de diciembre de 2011

Las mujeres y el chocolate

Existen explicaciones científicas fundamentadas en cuestiones hormonales, también versiones machistas,  que afirman en tono de burla que las mujeres preferimos el chocolate al sexo. Lo cierto es que a la mayoría de las mujeres nos encanta el chocolate, también a muchos hombres, pero he leído en varias notas sobre el tema que estadísticamente somos nosotras quienes más lo consumimos. Según mi experiencia es más común que el hombre prefiera una pizza con cerveza, que una torta exquisitamente decorada con mucho chocolate; lo cual no significa que no disfrutemos nosotras de la pizza y que ellos no se devoren esa torta cuando se la servimos con un rico café.

En los últimos años, la gastronomía y la ciencia, reforzaron sus vínculos, dando como resultado de este  acercamiento numerosos estudios en los que se desmitifican los supuestos efectos nocivos de varios productos que han tentado a la humanidad desde el principio de los tiempos. En numerosas publicaciones podemos leer acerca de los efectos benéficos del vino, del café y también del chocolate. Como siempre, el tema fundamental es la medida. La porción justa que implica un beneficio para nuestro organismo contra los excesos que suponen acumulación de grasas y diferentes desventajas para nuestro equilibrio.

Ahora, si lo que nos ocupa es el romanticismo, para mí no quedan dudas. Si un hombre quiere hacerme suspirar con un regalo tiene el éxito asegurado si decide traerme una torta, preferentemente las de tamaño individual (mini cake) que venden en las innumerables pastelerías que hay en Buenos Aires, y vienen increíblemente presentadas en coloridas cajitas. Nada de rosas rojas, de ningún color en realidad, pero por algún motivo odio las rosas rojas. Tampoco necesita gastar una fortuna en joyas o en perfumes importados. Simplemente con una delicia chocolatosa será suficiente. Si pretende que mis suspiros deriven en amor absoluto, puede sumar a la sorpresa un simple ramito de jazmines y será bien recompensado.

Es importante aclarar que este tipo de sorpresas deben ser esporádicas para provocar el efecto deseado, de ser cotidianas se convierten en algo previsible y tedioso. Como en el caso de un hombre cuyo nombre me reservo, que trabajando en un importante restaurante en donde conseguía las mini cakes que me encantan a un precio bastante accesible, me traía una, dos y a veces tres todas las semanas. Al principio morí de amor pero no pasó mucho tiempo hasta que empecé a sentir que mi ropa me quedaba chica y sentí una especie de odio hacia el caballero en cuestión.

foto- mini cake: www.parispatisseries.com (exquisita web de un chef norteamericano que cumplió su sueño dorado de vivir y cocinar en París)
foto-  chocolate:     uno de los regalos que recibí que duró para tomar las fotos y no mucho tiempo más