Cap I La cocina de mi madre.
Bueno, sigan por este pasillo y llegamos a la cocina de mi madre. En esta foto imaginaria yo tengo unos once años. Es un día de semana, hay colegio, y mi madre está en la cocina, algo hierve en una cacerola, ella está de espaldas a mi. Es una situación clásica, no hay ningún cumpleaños en los próximos días, tampoco es jueves por lo tanto no está preparando la cena especial de la semana, la del viernes. Entonces Matilde faltó, o está en casa pero no se siente bien, y mi madre se está ocupando por este día, de las tareas de limpieza del hogar, comida para la familia y lavado de la ropa de los seis habitantes de la casa. ¿Uds. que piensan? Acertaron, tiene un humor de perros, está indignada, se siente encerrada en una casa que la priva de su libertad, que la aleja de sus tareas o inquietudes y que la somete a cocinar. Mi madre no está cocinando con placer, no está cantando, y tampoco se podría decir que está cocinando con amor.
La casa a la que me refiero no es una casa, es un departamento de unos ocho ambientes con una terraza grande. Sus pasillos son largos y cada detalle muestra estilo. No extravagancia, tampoco ostentación.
Mi madre es una ama de casa tradicional, se ocupa de la alimentación de la familia y de que todo reluzca, aunque lo hace con ayuda, delega en otra persona las tareas más pesadas; ella dirige y organiza todo.
Y lo hace bien.
Ese departamento ya no existe en mi universo pero lo traje hasta acá solo para tomar algunas instantáneas de mi infancia. Pueden adivinar que era un lugar muy agradable, decorado con el mayor buen gusto. A mis amigas les encantaba pasar la tarde en mi hogar tanto como a mi vivir en ese lugar.
Mi madre, mi madre es otro tema.
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