Un caso poco frecuente es el de mi madre, es de las pocas personas que cocina exquisiteces pero a cara de perro. En la cocina es una mujer nerviosa, perfeccionista y antipática. No disfruta el momento en el que está preparando algo que luego servirá a sus hijos y nietas. Lo padece, y lo vive como una obligación que en realidad no tiene. Debe tratarse supongo de un mandato internalizado, de algo que lamenta hacer tan bien porque no lo disfruta en lo absoluto. En fin, no sé lo que es pero lo que si sé es que a pesar de tener poco y nada en común con mi madre, debo reconocer que jamás probé un Lemon Pie que se acercara mínimamente a la perfección del suyo el cual logra el perfecto equilibrio entre la acidez del limón y la dulzura del merengue, montados ambos sobre una exquisita masa hecha a base de manteca...