Nací en una familia de mujeres que cocinan. Crecí pensando que todas las mujeres que cocinan comparten una especial forma de ser. Una sensibilidad y calidez especial, una cierta capacidad de amar. Luego fui creciendo, empecé a observar más de cerca a las mujeres de mi familia y a prestar atención en la forma en que recorrían sus cocinas y también el resto de los ambientes de sus casas.
Me encontré con estilos tremendamente diferentes.
Terminé por concluir que es una relación muy personal y profunda entre una mujer y el acto de cocinar, la que puede o no emparentarla a otra mujer. De acuerdo a las variaciones de esta relación, las cocinas pueden transformarse en lugares mágicos y también en campos de batalla. En refugios cálidos o en espacios peligrosos de los cuales sería mejor huir mientras la cocinera en cuestión, estuviera en plena tarea.

Una o dos veces por año, venía Rosa a mi casa. Rosa no era una empleada de mi madre, más bien era una señora añosa que venía especialmente a cocinar delicias de la cocina oriental, para ocasiones y festejos importantes. Era una especie de profesora aunque no se detenía a explicar o a dar clases de nada. Ella venía y cocinaba con una velocidad que ninguna joven alcanzaría, exquisiteces que incluían ingredientes exóticos y por lo tanto caros. Su tarea era la de una experta contratada para desplegar su arte. Mi madre, que no era una tonta mujer, y sabía que si no se paraba al lado de rosa a observar con exactitud cada cosa que ella hacía, algún día lo lamentaría.
La lista continúa. Mis dos hermanas mujeres cocinan, mi tía cocina y también supo tener, en su caso a un experto, al que se contrataba para organizar esas comidas especiales, en las que había que dejar boquiabierta a alguna que otra prima o cuñada.
La lista se completa con algunas de las mamás de mis amigas de la infancia y por supuesto, con Ketty de Pirolo y Doña Petrona (en mi casa todavía tengo los dos tomos de Ketty, y Doña Petrona era la cocinera estrella de la época, si es que no era la única mujer cocinera que aparecía en las revistas).
Hermoso blog! Tus palabras podrían ser mías. La mas grande diferencia (aparte de la existencia de una Rosa en mi vida!) es que para mi, en vez de la Petrona, estaba Blanca Cotta, con sus recetas en Anteojito!
ResponderEliminar(Epa - perdoná el error de mi entrada previa!)
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