martes, 6 de diciembre de 2011

Mujeres que cocinan- Mi Abuela

Que una mujer prepare con sus manos algo exquisito es sin dudas una virtud. Algo digno de admiración pero es también algo bastante típico. Si se trata de una mujer nacida dentro de una familia tradicional sefaradí (1) es más bien un destino. 

Mi abuela era en cierto modo, una mujer tradicional, ama de casa podríamos decir, pero nada de esto logra definirla. Su sonrisa era infinita y su comida era exquisita. Pensarán que pocas personas dirían algo distinto de su abuela. Bueno, admitiré que muchas abuelas tienen sonrisas infinitas y que cocinan exquisiteces,  pero lógicamente hablaré de mi abuela y no de cualquier otra.

Mis recuerdos infantiles, y también muchos de mi adultez, evocan a una mujer cuyas virtudes más llamativas eran dos que no suelen juntarse en el mismo ser humano: la perfección y la humildad. Nunca escuché a mi abuela hablar mal de ninguna persona, y más de una vez la vi ruborizarse cuando alguien criticaba en su presencia a gente que ella conocía. Yo me divertía a veces hablándole mal de alguien en particular, una tía mía famosa por lo mala que era cocinando y también por hablar demasiado, lamentarse constantemente y ser algo extraña. Ella solía llamar cada tanto a mi abuela, primero preguntaba por la familia, después le decía a mi abuela cuanto la admiraba y se excedía en comentarios acerca de lo eximia cocinera que era, en tercer lugar le pedía una receta; lo cual era el motivo verdadero de su llamado;  y finalmente empezaba a enumerar sus penas. Se extendía sin pudor en sus lamentaciones aprovechando que mi abuela era una santa y abusando de su bondad contándole todos sus problemas hasta que mi abuela tímidamente le comentaba que tenía algo en el horno, o que le habían tocado el timbre. Entonces yo le decía a mi abuela ¡pero no la atiendas a esa loca insoportable! Y ella se reía avergonzada como queriendo reconocer que pensaba igual aunque ella jamás se expresaría de ese modo.

La mejor forma de describir su cocina es que a los muchachos del supermercado les encantaba entrar ahí para dejar los pedidos, siempre preguntaban ¿qué está cocinando señora? Porque antes de que se abriera la puerta de su casa, se podían sentir los aromas de sus especias y preparaciones. Y por supuesto que si ella tenía un pan casero recién hecho, o cualquier otra delicia a mano, les convidaba para que prueben. Los almuerzos, cenas y cualquier tipo de evento culinario que ella organizaba, eran festines, para el paladar y para la vista, mesas dignas de los mejores restaurantes, preparadas con extremo cuidado en cada detalle. Ella elaboraba con sus pequeñas manos prácticamente todo lo que servía, desde las más refinadas delicias de la pastelería oriental, hasta los más exquisitos platos salados, las tortas más tentadoras, y por supuesto, el pan. Una tarde me enseñó a hacerlo, en su casa, y fue una de las tardes más divertidas que haya vivido en una cocina, aún puedo verla riendo como cuando  empecé a hacer rebotar la masa contra la mesa con furia fingida diciéndole, ¡pero abuela! ¡Qué bueno esto para descargar tensiones!

Mi abuela era una mujer pequeña, chiquitita y siempre sonreía, y cuando pasábamos unos días en su casa nos daba la bienvenida diciendo, “Bienvenidos a la pensión del buen trato”. En esa pensión ficticia todo era perfecto, la frase calor de hogar describe a la perfección a cualquier ambiente que ella habitara.

¿Que más les puedo contar de mi amada abuelita? Miles de cosas para ser sincera…. Pero hasta aquí llegaré en este momento.


(1) el término sefardí se ha usado frecuentemente para designar a todos aquellos judíos de origen distinto al askenazi (judíos de origen alemán, ruso o centroeuropeo). En esta clasificación se incluye a los judíos de origen árabe, de Persia, Armenia, Georgia, Yemen, e incluso India.
Fuente: wikipedia
imágenes: 
vintage www.allposters.co.uk
dibujo frugalzealot.blogspot.com

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